El quiebre de la historia

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Sociedad 18 de octubre de 2019 Diario Sumario

El 17 de octubre 1945 fue la fecha que trazó una dicotomía en la historia argentina: fue el día que el pueblo aprendió a no esperar más, a olvidar las promesas, a conjugarse solo en tiempo presente. Ese día se inventó un espacio político de muchos que no se conocían pero que la historia los obligó a juntarse. 

Cuando el General Perón retó al pasado en los balcones de la Casa Rosada quizás pocos de los presentes en ese momento se dieron cuenta que las cosas ya no serían igual. 

Aquel 17 de octubre, la plaza de Mayo se inundó de pueblo: lo hicieron por Perón, claro, pero fundamentalmente lo hicieron por ellos mismos, por la necesidad de construirse en un destino común. Perón era un hombre y un nombre, pero también fue una consigna que anunciaba el fin de lo que siempre fue igual y el comienzo de otra cosa totalmente distinta. El peronismo llegó como una necesidad histórica pero también fue el producto de una hermosa historia de amor, una historia de amor entre Perón y Evita y de ellos con el pueblo. 

Tartamudean en mis oídos las palabras de don Osvaldo Pesce -un vecino de Villa Oviedo que ya no está entre nosotros- cuando me confesaba emocionado: “Me hice peronista cuando mis patrones ya no me arriaban”. Esa fue la misión que vino a cumplir el peronismo.  

Sin dudas el 17 de Octubre se inauguró la calle como escenario para la pasión común. El 25 de mayo fue un cambio de mando, criollos por españoles, una junta por un virrey, el pueblo afuera con el paraguas en la mano es una grandiosa ilustración romántica. El 9 de Julio fue un acto de escribanía donde se rubricó el Acta de Independencia entre gente decente, bien perfumada y sofisticados apellidos que vestían con levita. En cambio, el 17 de octubre fue el día de “las patas en la fuente”, esa fuente cuya agua no lavó las patas de todo el pasado, sino que secó las ampollas por haber caminado siempre torcido, con el enorme peso de no ser también los otros. Contra aquella historia clasista, la imagen del 17 de octubre es espesa y procaz.

Pero ese día no estaban todos, ¡claro que no! El peronismo también hizo visible a los otros, a los que estaban desesperados por esa inesperada mezcla de piel morocha, de tanto choripán y aspiración política. Los que el odio los llevó a bombardear una plaza, a garabatear con felicidad “Viva el Cáncer” en los muros, a perseguir, a torturar, a desaparecer y a aniquilar compatriotas, a obligar el silencio por decreto. Hizo visibles a los que no daban más del odio y profanaron el cuerpo de Evita, a las fogatas. A pesar de todo esto, el peronismo se quedó en nuestro país. Porque no es historia, no es pasado, sino presente continúo.

Aquellos años encarnan una memoria colectiva, una realidad posible para siempre, una báscula que mide y evalúa la gestión política argentina.

Hoy se cumple un nuevo aniversario de aquel día en que se partió en dos la historia de un país. Muchos aún critican que, a pesar del paso del tiempo, el peronismo conserva el mismo discurso desde hace 74 años. Y es cierto. Lo que evitan anotar es que hace más de 100 años las desigualdades son las mismas.

Porque endeudar un país y obedecer a los grandes consorcios financieros del mundo (que se encuentran a 8 mil kilómetros de distancia y que tienen por patria el capitalismo más feroz) y a la vez afirmar que el desarrollo radica en reducir salarios y jubilaciones es golpear a los que más les duele esta realidad que lacera. Es lastimar lo más profundo del corazón de nuestra Argentina. Y está en la vereda del frente de aquellos que soñamos una patria grande y compatriotas felices. Porque estamos convencidos que sin Independencia Económica no hay Soberanía Política, y sin Soberanía Política es una utopía la Justicia Social. 

Recordar el 17 de octubre también es reflexionar. Aquel día se extiende mucho más allá de una plaza y una fecha. También es mucho más extenso que un hombre y una mujer.  

No es mi intención echar nafta al fuego y reavivar viejos odios, sino, por el contrario. No nos moviliza una pasión ciega carente de razón. Nos moviliza una convicción, un sueño, un lugar donde entremos todos y no sobre nadie. 

Indudablemente la Argentina torció la historia ese día. Después del 17 de octubre nada fue, es, ni será lo mismo.
 

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