Los niños de Kano

La comparecencia -vía remota- de la multinacional farmacéutica Pfizer ante la Cámara de Diputados de la Nación, desvaneció como vapor de agua las toneladas de teorías conspirativas de ambos lados de la grieta que tan bien describió la ministra de Salud: “ni Pfizer pidió los glaciares ni el gobierno pidió coimas”, había sostenido días previos Carla Vizzotti.

Los representantes de Pfizer, Nicolás Vaquer y Miguel del Pino, explicaron que el acuerdo entre la Nación y ese laboratorio -que había desarrollado sus ensayos en Argentina- no pudieron concretarse debido a las exigencias nacionales contempladas en la ley 27.573, sancionada en noviembre de 2020. En el artículo 4° de esa norma, se establecía que el Ministerio de Salud de la Nación podría incluir cláusulas de “indemnizaciones y otras reclamaciones pecuniarias relacionadas con y en favor de quienes participen de la investigación, desarrollo, fabricación, provisión y suministro de las vacunas, con excepción de aquellas originadas en maniobras fraudulentas, conductas maliciosas o negligencia por parte de los sujetos aludidos”.

La palabra “negligencia” apareció como inaceptable para la multinacional e impedimento para firmar los contratos que rubricarían un acuerdo que parecía sellado. Tan claro pareció haber quedado que -en el marco de los esfuerzos del gobierno de Córdoba por adquirir vacunas- el pasado 9 de junio la Unicameral sancionó la ley provincial 10.762, en la que se excluyó el término. Casi copiado y pegado de la norma nacional, su versión cordobesa reza: "Indemnidad patrimonial respecto de indemnizaciones y otras reclamaciones pecuniarias relacionadas con y en favor de quienes participen en la investigación, desarrollo, fabricación, provisión y suministro de las vacunas, con excepción de aquellas originadas en maniobras fraudulentas o conductas maliciosas por parte de los sujetos aludidos".

La veloz intervención de la legislatura provincial no sólo obedeció a la celeridad que Juan Schiaretti demanda del mayoritario bloque de Hacemos Por Córdoba, sino que tampoco encontró resistencia en la oposición de Juntos Por el Cambio, que a nivel nacional ha tomado como causa patriótica lograr el desembarco de la vacuna del laboratorio norteamericano en Argentina.

Cabe preguntarse por qué para la compañía que sumó popularidad por el accidental desarrollo del Viagra, la palabra “negligencia” resulta un impedimento para firmar contratos millonarios.

Existe, al menos, un antecedente.

Con 140 millones de habitantes, Nigeria es el país más poblado de África. En 1996 enfrentaba una cruenta epidemia de meningitis. Esa peste afectó a miles de personas en Kano, al norte del país, provocando más de 25.000 muertes. Pfizer realizó entonces un ensayo clínico en niños de un nuevo antibiótico inyectable (Trovan), que estaba en su última fase de desarrollo. Pero lo hizo, según las autoridades nigerianas, sin el consentimiento informado escrito de los voluntarios, manipulando datos y pasando por alto la autorización del comité ético nigeriano y del hospital donde se hicieron los ensayos, según reveló The Washington Post en mayo de 2006. Once de esos niños fallecieron y muchos más sufrieron secuelas irreversibles.

La investigación de ese diario contenía la denuncia de irregularidades presentada por Juan Walterspiel, ex director médico asociado de la división central de investigación de Pfizer, quien tenía la responsabilidad del desarrollo del protocolo internacional.  El Dr. Walterspiel afirmó que Pfizer lo despidió después de que advirtiera a la compañía, antes y después de que se realizara el estudio, que los métodos empleados por la empresa en el ensayo en Nigeria eran "inadecuados e inseguros". La firma sostuvo que eran otros los motivos de la desvinculación.

En 2001 -cinco años antes a la publicación de The Washignton Post- el célebre novelista inglés John le Carré (fallecido el pasado 12 de diciembre a los 89 años) publicó su obra “El jardinero fiel” (The Constant Gardener). Dueño de un estilo que atrapa mediante el manejo del suspenso y el misterio, Le Carré tenía varias actividades: revistió en el MI5, el organismo de Inteligencia británico, donde trabajó como espía muchísimos años, incluidos los de la guerra fría. En ese submundo adquirió material, conocimientos exclusivos y sobrados contactos que a lo largo de su carrera literaria aprovechó para escribir sus cautivantes novelas. No debería llamar la atención, entonces, que en 2006 la abogada neoyorkina Elaine Kusel hiciera referencia a esta novela cuando el diario la consultó sobre su papel representando a familiares de las víctimas: "Suena como una novela de misterio aquí, como John le Carré", dijo Kusel. “El jardinero fiel”, ya había sido llevada al cine en 2005 por el brasileño Fernando Meirelles -realizador de la aclamada “Ciudad de Dios”- y allí se ficciona la actuación de Pfizer en Nigeria, aunque obviamente se cambia de país.

 

 

Pfizer planteó que, al contrario de lo sostenido en las acusaciones, "indiscutiblemente, Trovan salvó vidas y Pfizer no está de acuerdo con cualquier sugerencia de que la empresa haya realizado su estudio de manera poco ética", dijo en un comunicado.

Simultáneamente, The Washington Post recordaba que "en el momento del experimento nigeriano, Pfizer estaba desarrollando Trovan para su lanzamiento en los Estados Unidos, donde se esperaba que recaudara hasta mil millones de dólares al año. La FDA nunca aprobó el uso de Trovan en el tratamiento de niños estadounidenses. Después de ser aprobado para uso adulto en 1997, el medicamento se convirtió rápidamente en uno de los antibióticos más recetados en los Estados Unidos. Pero Trovan se asoció más tarde con informes de daño hepático y muertes, lo que llevó a la FDA a restringir severamente su uso en 1999. Los reguladores europeos prohibieron el medicamento".

El estado de Kano demandó al laboratorio por más de 2.700 millones de dólares. Sin embargo, en 2009 llegó a un acuerdo extrajudicial por apenas 75 millones. Una negociación que desestimaba el juicio.

En 2010, un cable confidencial de diplomáticos de la embajada norteamericana en Nigeria, confirmó que Pfizer había extorsionado a funcionarios judiciales de ese país para forzar el acuerdo En ese documento enviado al Departamento de Estado se relata el encuentro con el responsable de Pfizer en Nigeria, Enrico Liggeri, quien les cuenta que el laboratorio contrató a detectives privados para investigar casos de corrupción en los que estaba involucrado el fiscal general, Michael Aondoakaa: "Dijo que los detectives de Pfizer pasaron la información a los periódicos locales [...] Una serie de artículos detallando los presuntos lazos de Aondoakaa con casos de corrupción fueron publicados", cuentan los diplomáticos estadounidenses. "Liggeri mantuvo que Pfizer tenía más información contra Aondoakaa y que sus compañeros le presionaron para que dejara el asunto por miedo a más artículos".

Siempre según el cable confidencial filtrado por  wikileaks, quien jugó un papel central en aquella negociación fue el exdictador nigeriano Yakubu Gowon, quien persuadió a las autoridades de Kano para que accedieran al acuerdo con el mayor laboratorio del mundo.

Tal como The Washington Post lo dejaba trascender en 2006, la sospecha apuntaba a que la multinacional habría incumplido determinados protocolos para terminar los ensayos en Nigeria, apurada por lanzar Trovan en el mercado estadounidense. Si no se considera aquel antecedente como "maniobras fraudulentas o conductas maliciosas", aquellos "métodos inadecuados e inseguros" denunciados por el Dr. Juan Walterspiel, podrían ser considerados al menos como... negligencia. Palabra que desde entonces, Pfizer no admite en los contratos que firma.