La hiperconcentración económica como amenaza global

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Editoriales 27 de mayo de 2016 Diario Sumario

Por Jorge Conalbi

Director Periodístico

 

En enero pasado, la organización caritativa contra la pobreza Oxfam advirtió que más de la mitad de la riqueza mundial estará en manos de sólo el uno por ciento de la población  fines de este año, cuando se espera que aumente con fuerza la desigualdad global. Los 80 individuos más ricos del mundo han tenido la misma riqueza que el 50 por ciento más pobre de la población total, es decir, 3.500 millones de personas, dijo Oxfam.

En un reporte divulgado previo a la reunión anual de la elite internacional en el Foro Económico Mundial de Davos, Suiza, Oxfam dijo que los más acaudalados aumentaron su proporción de riqueza del 44 por ciento en 2009 al 48 por ciento en 2014. Con las tendencias evaluadas a diciembre pasado, la proporción superará el 50% en 2016.

Oxfam no es una organización con posiciones izquierdistas, ni siquiera podría caracterizarse de "progresista”, ya que algunos de sus planteos para combatir la pobreza han coincidido con recomendaciones del Banco Mundial. Sin embago, la entidad internacional con base en Gran Bretaña (uno de los principales centros financieros mundiales), advierte que "el incremento de la desigualdad es peligroso", según afirmó Winnie Byanyima –directora ejecutiva de Oxfam- al diario The Guardian. "Estamos viendo una concentración de riqueza captando poder y dejando a la gente sin voz y sus intereses descuidados", agregó.

América Latina fue, hasta diciembre pasado, el único lugar en el mundo donde algunos países aplicaron políticas redistributivas, aunque tan moderadas que aunque disminuyeron la velocidad del proceso de concentración económica, no lograron evitar que ese proceso continúe, se consolide y se transforme en la herramienta de desestabilización política que posibilitó "ir por más”.

En Argentina, durante el kirchnerismo se registró una colosal concentración en la rama alimenticia y del supermercadismo, proceso con un altísimo nivel de extranjerización que apenas dejó en manos de supermercadistas nacionales el cuatro por ciento del mercado. Otro tanto ocurrió con el sistema financiero, que pasó de quedar destruido en 2001 a convertirse en el sector que mayor nivel de rentabilidad alcanzó en la última década.

El ascenso al poder de Mauricio Macri – con un equipo de casi cuarenta funcionarios con antecedentes en Wall Street- no fue más que la toma directa del control de una nación por parte del poder financiero internacional más concentrado. Los resultados están a la vista: los principales bancos con asiento en Argentina (excluyendo tanto a la banca oficial nacional y provinciales como también al Credicoop) obtuvieron en menos de seis meses más de 160 millones de dólares en concepto de comisiones en las operaciones del pago a los Fondos Buitre.

Por su parte, el supermercadismo alcanzó renta extraordinaria como fruto del salvaje aumento de precios ante el escenario de balotaje, la megadevaluación de diciembre y la sostenida transferencia de recursos abierta a partir de entonces.

Reacciones

El golpe de Estado en Brasil -apuntando a destituir a Dilma Rousseff- va de la mano de un violento giro a la derecha, fin de la redistribución y aplicación de políticas neoliberales en donde la privatización de Petrobras figura en la cima de las prioridades.

En Francia, desde hace meses, se profundiza la lucha contra una reforma laboral impulsada desde el gobierno socialista diseñada en la cumbre de Davos.

De igual modo, no son menores las respuestas políticas que en el mundo se están produciendo ante la colosal concentración de riqueza en cada vez menos manos. Algunas llaman la atención por sus imprevisibles consecuencias. Lo que ocurre en los Estados Unidos parece expresar la crisis de un sistema a menudo puesto de ejemplo a imitar.

De hecho, el presidente norteamericano Barack Obama advirtió el jueves sobre el peligro de un hipotético triunfo de Donald Trump en las elecciones de los Estados Unidos, y aseguró que los líderes mundiales "no saben con qué nivel de seriedad deben tomarse algunos de sus comentarios. Están inquietos con él y por una buena razón, ya que muchas de la propuestas que ha hecho develan o bien ignorancia en cuanto a asuntos mundiales, o bien una actitud arrogante".

Desde que anunció su precandidatura, Trump enfrentó al establishment norteamericano. Nunca lo tomaron en serio, le dijeron payaso, racista, prepotente y vanidoso, pero hasta ahora, unos nueve millones de electores lo han escogido. A pesar de todos los ataques y de todo un movimiento en contra de la aristocracia del Partido Republicano -que aún no lo acepta- es a quien los votantes prefirieron de entre 17 candidatos.

Al mismo tiempo, Bernie Sanders, en el otro lado del espectro político, aspirante desde el Partido Demócrata y autotitulado socialista, también ha movilizado a decenas de miles de electores, hasta ser una amenaza política para Hillary Clinton… Pero al igual que a Trump, al principio nadie le daba a Sanders la más ligera posibilidad.

Sanders y Trump, desde extremos opuestos en el espectro político, coinciden en varios puntos: ambos son críticos de Wall Street, de los tratados de libre comercio, rechazan la corrupción cabildera en el gobierno y coinciden en las críticas al sistema electoral estadounidense, que basado en un complejo sistema de delegados, provoca que los electores no siempre decidan quién termina siendo electo.

Tal como ocurre en España con las agrupaciones Podemos y Ciudadanos –paridas a izquierda y derecha en las multitudinarias marchas de los indignados-, las campañas de Trump y Sanders parecen expresar el rechazo –por caminos divergentes- a un sistema político asociado al poder financiero internacional.

Ambos candidatos están aún muy lejos de la Casablanca y es muy posible que ninguno lo logre, pero independientemente de ese resultado, es evidente que algo ha cambiado radicalmente en el mayor símbolo del capitalismo mundial.

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