Inventamos o erramos

PANORAMA POLÍTICO

Edición Impresa 27 de marzo de 2020 Diario Sumario

“El tiempo de los codiciosos ha llegado a su fin”, les dijo Alberto Fernández a los demás líderes mundiales del G20 durante la teleconferencia realizada durante la mañana argentina del jueves 26. El Presidente -que propuso la creación de “Fondo Mundial de Emergencia Humanitaria que sirva para enfrentar, mejor equipados de insumos, el contexto que vivimos”, explicó que las futuras decisiones “no pueden quedar libradas a la lógica del mercado, ni preservadas a la riqueza de individuos o naciones. Es hora de aprovechar este momento único para crear soluciones económicas tan extraordinarias como extraordinarios son los problemas sociales que atravesamos”.

En su intervención, el mandatario argentino enfatizó que “el secreto del futuro pasa por diseñar políticas que resguarden el empleo, la producción y las mejores condiciones de vida usando todas las herramientas económicas para proveer liquidez global.

Como nunca antes, nuestra condición humana nos demanda solidaridad. No podemos quedar pasivos frente a sanciones que suponen bloqueos económicos que solo asfixian a los pueblos en medio de esta crisis humanitaria.

Sin mesianismos ni prepotencias, debemos iniciar un tiempo de diálogo global que a todos contenga. De ese modo, la humanidad superará esta pandemia. Pero lo que además logrará es acabar con el vicio de la exclusión social, la depredación ambiental y la codicia de la especulación”.

Buena parte de la configuración del nuevo orden mundial pasará por la resolución de las tensiones y conflictos entre los países más desarrollados y el capital parasitario global, que supera con creces a la riqueza originaria de las naciones. A modo de ejemplo, mientras esa gigantesca bolsa de dinero parasitario supera los 250 mil billones de dólares, el Producto Bruto Interno de los Estados Unidos asciende a 21.344.667 billones, el de la Unión Europea es de 18.705.132 y el de China de 14.216.503.

Será imposible barajar y dar de nuevo para proteger a la humanidad de nuevas pandemias y de la insolidaridad despiadada, sin meterle la mano en el bolsillo a quienes se beneficiaron obscenamente por décadas de estupideces como la libertad de mercado, el individualismo y la meritocracia.

Sin embargo, no todo se define en la cúspide del mundo y las síntesis superestructurales pueden ser condicionadas y hasta modificadas desde las construcciones económicas, sociales y políticas primarias.

Allí es donde el papel de las comunas, municipios y provincias adquiere nueva dimensión. El desarrollo de una región tiene que significar el crecimiento social, económico y cultural de sus habitantes. A modo de mal ejemplo está Chile, hasta hace pocos meses atrás nave insignia del neoliberalismo en América Latina, con índices macroeconómicos para la envidia y una población marginada de la megafiesta de poquísimos.

Dejar atrás tanto al Estado Bobo que creció -también parasitariamente- entre las protecciones del Estado de Bienestar nacido tras la tragedia de la Segunda Guerra Mundial, por un lado, como al salvajismo neoliberal que permitió que una gripe lleve al colapso global,  por el otro, demanda un cambio cultural que ponga a la satisfacción de las necesidades humanas por encima del lucro.

Atherton es el pueblo más rico de los Estados Unidos, donde la casa más barata cuesta 2,5 millones de dólares. La localidad despegó con el boom tecnológico de Silicon Valley. A 45 minutos de San Francisco y menos de 20 minutos de las oficinas centrales de Facebook, Google y Tesla, está en el condado de San Mateo, California. Lleno de megamansiones fortificadas que difícilmente pueden ser vistas desde la calle, el pueblo no tiene restaurantes, ni lugares donde quienes son ajenos a la comunidad puedan ir a pasar un rato.

A no dudarlo, Atherton desnuda el infantilismo mentiroso del relato neoliberal: el pueblo demuestra que -a contrario de la prédica parida por los Chicago Boy´s- sin techo, la copa no derrama porque… nunca se llena.

También en Alta Gracia

El cambio de paradigma demandará un Estado fuerte, en todos los estamentos. Los precios máximos establecidos por el gobierno nacional pusieron al desnudo la incapacidad para controlar, exponiendo en todos los niveles la inexistencia de herramientas legales y organismos con poder de policía, incluso para hacer cumplir un Decreto de Necesidad y Urgencia en plena emergencia nacional. (Ver: “A merced de la especulación”, página 5).

Es en las localidades más chicas donde se amplifican las posibilidades de articular las necesidades de consumidores con las de los productores mediante una integración que impida tanto la intemperie de muchos como la lasciva gula de unos pocos.

En 1842, Simón Bolívar acuñó una célebre frase que, casi dos siglos después, cobra más vigencia que entonces: “Inventamos o erramos”.

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