Desde África hasta Alta Gracia

EDICIÓN IMPRESA

Sociedad 11 de mayo de 2018 Diario Sumario
Por Consuelo Cabral
De Nuestra Redacción
 
Cuando tenía 25 años, Mariama Sama soñaba con recorrer el mundo y conocer distintos países, paisajes, comidas, música. Amaba Bignona, el pueblito al sur de Senegal, en África, donde nació, pero el instinto nómade la llevó a dejar a su familia en busca de ese sueño que, paradójicamente, no la dejaba dormir. A diferencia de otras mujeres migrantes que abandonan sus países en busca de trabajo o mejores condiciones de vida, Mariama tenía una familia, una casa, estudios, salud.
 
Sin embargo, le faltaba la adrenalina de conocer otros continentes. Con la sonrisa como una media luna, Mariama se ríe de esos años y le cuenta su historia a Sumario, el diario de los viernes, sentada en el local que abrió en Alta Gracia, a donde su periplo viajero la trajo hace tres años. Sus hijos, Aliú, de cinco meses, y Fátima, de ocho años, escuchan su voz atentamente entre carteras, anteojos de sol, gomitas para el pelo, y demás accesorios que llenan las paredes del local que Mariama levantó, sola, y con el esfuerzo de cinco años como vendedora ambulante.
"Yo quería conocer el mundo. Pero justo cuando iba a viajar quedé embarazada de Fátima. Eso fue en 2010. La tuve y la dejé en Senegal con mi mamá y mi hermana más grande, mientras encontraba un lugar aquí donde poder vivir y traerla conmigo. Ellas la cuidaron mientras yo logré tener una estabilidad. Así fue como tomé un avión primero a Brasil y luego a Buenos Aires. Yo pensaba ‘un país que se llama Argentina no puede ser feo, ni pobre’. Me ayudó mucho un amigo de la familia, que era argentino y vivía justo enfrente de la casa de mis papás en Senegal. Él me trató como una hija y enseño a vender en la calle, en las ferias, cuando llegué a Capital Federal. A mí me daba vergüenza porque nunca había hecho algo así. Son esas cosas que sólo hacés cuando estás en otro lugar, lejos de tu casa, o que no harían nunca en tu país. Bueno, yo agarré un maletín con bijouterie y empecé a vender bar por bar en Buenos Aires, pero no tenía suerte, era muy mala. Así que decidí probar con juguetes. Compré juguetes y comencé a viajar a la feria de Escobar. Me levantaba a las 5 de la mañana y volvía de noche”. Cuando Mariama dice que le daba vergüenza vender bijouterie se ríe con ganas y detrás de ella, Fátima hace lo mismo.

Fue en uno de esos viajes como feriante, que llegó a Córdoba. Primero a Cosquín y a Jesús María, y después a Alta Gracia, para vender en las Colectividades. Pero a diferencia del resto de senegaleses con los que llegó, Mariama se enamoró del ‘Tamajar’ como le sale decirlo mezclando español, francés y Olof, el dialecto que hablan en Senegal. Cuenta que se subió a un taxi para ir a la terminal, de regreso a Buenos Aires, pero que en el camino pasó por la gruta de la Virgen de Lourdes, y que cuando vio "el verde” y el arroyo supo que iba a volver. "Es que me hizo acordar tanto a mi pueblito, es muy parecido. Muy hermoso. Eso mismo le dije a mi hermana que ahora vive también con nosotros aquí, y que al comienzo quería ir a Río Negro, pero que como es más chica al final debió quedarse aquí conmigo”.

Mariama bajó del taxi en la terminal y se tomó el ómnibus a Capital Federal, pero apenas llegó comenzó a buscar en internet "todo sobre Alta Gracia”. Permisos para vender en la plaza, teléfono de la Municipalidad para consultar sobre lugares donde vivir, precios de los alquileres, escuelas. Luego llegó a la ciudad y se fue derecho al municipio. Dice que la atendieron muy bien pero que le repitieron que no podía vender en la plaza porque allí sólo se vendían artesanías, y ella vende productos importados. Así que agarró el diario, empezó a ver los clasificados, y así encontró un local con una casita al lado, en pleno centro, donde montó su local invirtiendo los ahorros que juntó en sus años en Buenos Aires. Una vez allí, viajó a Senegal, buscó a Fátima y juntas volaron cinco horas hasta Nigeria, donde pudieron hacer los papeles y las autorizaciones necesarias de la niña. "En Senegal no hay embajada argentina, por eso viajamos a Nigeria, y de allí trajimos estas túnicas hermosas”, dice señalando un canasto repleto de túnicas de colores.

Además, al buscar a Fátima, Mariama, que significa María en Olof, se reencontró con un vecino con quien había compartido toda la infancia, se enamoraron y decidieron casarse, aún sabiendo que no iban a poder vivir juntos, ya que él trabaja como militar en Senegal y no quiere dejar su trabajo por ahora. De ese viaje, Mariama volvió embarazada de Aliú.

Al regresar a Alta Gracia, Mariama inscribió a Fátima en la escuela San Martín, a donde asiste a tercer grado. "Estamos muy felices, la gente es muy buena. Tenemos amigos, nos invitan a cumpleaños, a bautismos, casamientos”. Fátima mira asintiendo y agrega que lo que más extraña de Senegal son los mangos, que caían de un árbol en el patio de la casa de su abuelo. "A mí me costó mucho esfuerzo tener mi local aquí, por eso cuando me preguntan si quiero volver a Senegal, digo que sí pero de visita, mi lugar es aquí. Yo soy cordobesa”, concluye Mariama.

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