HORÓSCOPO. La influencia de los astros en la vida y el destino de las personas.
Como si fuera una provocación insolente, una de las calles emblemáticas del coqueto barrio Villa Carlos Pellegrini, lleva su nombre: Eva Perón. La que, si viviera, sería montonera o compañera, según la disputa de los distintos sectores del peronismo en los ´70. La que, si viviera, tendría 101 años, como se mofa un meme del irrespetuoso cambalache del siglo 21 a una velocidad de 26 mil gigabytes por segundo. Eva es Evita, la que vive… en la penúltima versión de los billetes de 100 pesos. La Santa a la que le encendían velas las abuelas que guardaban su Libreta Cívica con el sello del primer voto femenino. El rostro de la grieta concentradora de todo el amor y el odio de la Argentina en pulseada inconclusa.
Aquella calle de Alta Gracia no lleva el nombre de la abanderada de los humildes por casualidad. El 26 de octubre de 1946 Evita inauguró allí el Centro Tisiológico Ferroviario. “El día que Evita estuvo en Alta Gracia” bien podría tomarse como una síntesis de la intensidad que signó su corta vida. Ocho meses antes, la Unión Ferroviaria había comprado el Sanatorio Patem. El sindicato lo acondicionó para el tratamiento de pacientes con tuberculosis. Años después, la penicilina lo transformaría en Policlínico Ferroviario. Hoy, es un restaurante y muchos de sus asistentes disfrutan de ese parque donde hace 74 años los enfermos confiaban su destino a Febo. Se trata del mismo parque que recorrió Eva tras cortar la cinta inaugural.
El mismo día, aquella Primera Dama de 27 años se negó a almorzar en el aristocrático Sierras Hotel, así como también había rechazado participar de un banquete en su honor organizado por el Gobernador Argentino Aucher, por haberlo previsto en el Jockey Club, hasta hoy un inequívoco reducto de la oligarquía. Evita optó por almorzar con los trabajadores en la Colonia de Vacaciones de la Unión Ferroviaria de La Isla, otro sitio que lleva su nombre. Hasta allí llegó para inaugurar la Escuela Domingo Sarmiento.
"Yo no quise ni quiero nada para mí. Mi gloria es y será siempre el escudo de Perón y la bandera de mi pueblo y aunque dejé en el camino jirones de mi vida, yo sé que ustedes recogerán mi nombre y lo llevarán como bandera a la victoria", reza una de sus frases más célebres. Y así, fue y es bandera de causas muchas veces enfrentadas.
Vivió sin perder tiempo. Y para la simbología popular apenas llegó a la edad de Cristo. Fue María Eva Duarte, Eva Perón y Evita. Cada uno de sus nombres guarda una carga de sentimientos encontrados.
Murió a las 20.25 de hace 68 años.
“Si Evita viviera” ya no es consigna. Se parece más a una suerte de salmo entonado por jóvenes que ni siquiera se saben “la marchita”.
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