"En Córdoba, vamos a ser los que menos vamos a sufrir"

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Edición Impresa 10 de julio de 2020 Diario Sumario

Gustavo Santos comenzó su carrera en la Municipalidad de Córdoba y posteriormente fue Director de Cultura de la Provincia durante el gobierno de Eduardo César Angeloz; Secretario de Desarrollo Humano y Participación Vecinal de la Municipalidad de Córdoba con Rubén Américo Martí; Secretario de Gobierno, concejal; Legislador provincial; Presidente de la Agencia Córdoba Turismo con José Manuel de la Sota y Juan Schiaretti y Ministro de Turismo de la Nación con Mauricio Macri. Su militancia comenzó en la Unión Cívica Radical, continuó en Unión por Córdoba, pero después se unió a Propuesta Republicana (PRO). Su designación como ministro de Macri fue leída por entonces como un acuerdo entre el expresidente y De la Sota.

Sobre el fin de su tarea en la administración nacional, fue denunciado penalmente por crear decenas de nuevos cargos directivos con sueldos que rondan los cien mil pesos, en los que fueron nombrados allegados, a pocos días de terminar su periodo.

Toda su carrera transcurrió en la administración pública y desarrolló sólidos vínculos con los grupos del poder empresario, ante quienes es un válido interlocutor.

La semana pasada presentó “El Después”, libro escrito conjuntamente con el funcionario francés Michel Durrieu, en donde ambos autores abordan  el impacto del coronavirus, y sus consecuencias en la industria global del turismo.

El pasado miércoles 1 de julio, Santos dialogó con Marcelo Páez y Stefanía Tomalino en el programa Juntos a la Par de Siempre Radio 93.3, donde analizó la situación actual del turismo en el mundo, en Argentina y particularmente en la provincia de Córdoba.

 

¿Cómo está atravesando el turismo la crisis que vive por esta pandemia?

Lo primero es que con un excolega de Francia juntos trabajamos en distintas responsabilidades y establecimos una buena amistad. Frente a esta situación de pandemia global, decidimos empezar a visionar lo que podría pasar. Tenemos una estimación de lo que podría suceder en el mundo, pero nunca antes habíamos tenido una crisis como esta. Pensemos desde el tercer milenio: las Torres Gemelas, el ébola, atentados terroristas en Europa como el de Atocha, la crisis financiera de 2008/2009… Sin embargo, todas estas crisis tuvieron algún foco, algún alcance regional. Nunca en el mundo había ocurrido todo junto en todos lados. Esto es el fenómeno absolutamente inédito del covid-19, donde nos paramos todos y no hubo capacidad de recuperación por algún otro destino. Y esto ha hecho que el turismo en general esté de rodillas. Ahora vamos a ver una experiencia primaria que nos permitirá tomar decisiones sobre el verano argentino, que es ver qué pasa con el verano europeo: se han abierto fronteras internas y las externas para pocos países. Habrá un verano europeo, por supuesto una transición, vinculada a la prevención y a esto que se está denominando nueva normalidad. Esto permitirá tener una idea de lo que puede llegar a ser Argentina.

Y en el caso argentino la situación en teoría está en estado muy incipiente. Nosotros todavía no hemos recuperado la capacidad de tránsito entre provincias y aún entre ciudades y esto hace que el turismo no exista en el país en este momento. Solamente podemos hablar de cierto turismo interno y eso no alcanza a mover la rueda. Lo que estoy viendo es un fuerte deterioro de nuestra industria y sobre todo que cada vez tiene menos capacidad de aguante ante tantos días de ausencia de la actividad.

 

En el libro, concretamente, ¿qué plantea usted?

Hacemos un análisis de lo que pasó y lo que entendemos que va a pasar. Y lo que va a pasar no es bueno. Porque si bien nos vamos a ir recuperando, nos vamos a recuperar muy paulatinamente, la oferta aerocomercial va a caer. Si los estados no se preocupan por mantener su conectividad y gestionan para que no se caigan las empresas, habrá menos oferta de conectividad. Un país como Argentina -en donde el principal problema es la distancia con los centros emisivos del planeta- si tiene menos conectividad puede llegar a tener menos flujo y menos cantidad de turistas. Pensemos que en el primer cuatrimestre, Argentina cayó un 25 por ciento, pero con un enero y febrero que habían sido superiores a las del año anterior. En 2019, cuando cierro mi gestión en la Nación, cerramos con 7.4 millones de turistas extranjeros, lo que había significado el récord histórico de turistas extranjeros en Argentina. Y enero y febrero ya venía siguiendo esa inercia, había crecido casi un 4 por ciento, enero y un 13 por ciento, febrero. Así que todo esto que veníamos pensando como crecimiento exponencial de Argentina se venía dando. Pero claro, en marzo cayó casi el 48 por ciento y abril en adelante un 100 por ciento de caída. De todas maneras, nosotros, en la provincia de Córdoba, en las sierras, no tiene una participación alta el turismo extranjero. En este sentido, cuando se recupere el tránsito, la posibilidad de viajar, Córdoba no se va a ver tan impactada, porque funciona más con turismo interno. Vamos a ser los que menos vamos a sufrir, pero cuando se abra esto.

 

¿Qué herramientas se podrían llegar a aplicar en el sector de la industria turística para que esta crisis o esta caída no sea tan catastrófica?

Lo primero es gestionar la crisis. Si nosotros dejamos que las cosas fluyan y no hacemos nada, es muy difícil que nos recuperemos rápidamente. El sector está ya al límite de sus posibilidades. Vamos a perder muchos empleos, muchas empresas, vamos a perder también la psicología emprendedora, que existía mucho en el turismo. Sabemos lo que representa el turismo para Córdoba. Lo primero que hay que hacer es gestionar la crisis. Nosotros hoy estamos parados. Si un 95, 98 por ciento de los contagios están focalizados en la región del AMBA, cerremos eso y empecemos a abrir y habilitar corredores que son seguros y a mover la rueda tímidamente. Porque si no, cuando queramos mover, no vamos a tener para dónde. El mundo ha tenido tres etapas de cuarentena: la primera para saber a qué nos estamos enfrentando; el segundo fue el análisis de lo sanitario y el tercero es preparar a la población para evitar el contagio. Ese distanciamiento ya lo hemos aprendido. Porque la vacuna, la ciencia la estima que por lo menos va tardar un año… y como mínimo, entre uno y dos. No podemos vivir un año encerrados. Sin viajes no hay turismo, en la medida en que no recuperemos los viajes, no vamos a recuperar el turismo.

 

En ese sentido, ¿usted cree que al menos desde el Gobierno se hubiera podido activar unas vacaciones de julio en el turismo interno?

Yo creo que deberíamos haberlo intentado. Por supuesto, con muchas regulaciones, con muchos protocolos, no como se venía haciendo anteriormente, pero deberíamos empezar a recuperar la normalidad. Es imposible vivir en esta situación en forma permanente. Ya sabemos cada uno de nosotros lo que tenemos que hacer para no contagiarnos y para no contagiar a los demás.

 

¿Cómo cree que van a impactar las conductas y normas de seguridad de la pandemia en el día después, cuando la cuestión se normalice?

Los ataques terroristas trajeron al turismo y las modalidades de viajes un fuerte control migratorio y en aeropuertos. Esas medidas de ultraseguridad que existieron para los momentos de los atentados perduraron. Todo eso son obstáculos. Antes de los atentados, veníamos gestionando facilidades en los visados y se hablaba de un futuro sin visas y esos controles se incrementaron después. Se han cerrado las fronteras del mundo. Yo entiendo que de esto no se sale con nacionalismo, con países cerrados en sí mismos, hoy necesitamos respuestas globales. Hay perfiles de autoritarismo, controles a través de la tecnología de la vida privada de las personas, que hoy son aplicadas a cuestiones sanitarias. Estamos caminando por una cornisa muy, muy finita. Hemos puesto en manos de los estados nuestra salud, nuestros bienes. Esto no había pasado nunca y vamos a ver qué queda de todo esto. 

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